Estimado San Francisco de Sales, patrón de los periodistas: de nuevo, 24 de
enero. Un año más vuelvo a celebrar tu
onomástica desde la cuneta y, como muchos, sigo esperando que te acuerdes de mi persona. Pero este año va a ser diferente, no
me voy a poner en plan borde, agresiva, ni defensiva, ni tampoco pediré tu cese
en favor de ‘doña Tecla’; dicen que se gana más lamiendo que mordiendo, así
que… ¿Por qué no probar?
Casi dos años después me he dado
cuenta de mi cometido en Londres. Soy
consciente de los beneficios que me aporta el exilio, y también de mi crecimiento como persona. Soy
más sabia, madura e independiente y
también estoy más ‘resabiá’ (aunque eso no sé si es bueno o malo)
Por todo ello quiero aprovechar
tu onomástica para decirte que doblando camisetas y haciendo ‘go backs’ estoy
más contenta de lo que nunca pude llegar a imaginar. Al contrario de lo que
pueda parecer la alegría no está directamente ligada con el oficio -que lo
único bueno que tiene es que me permite estar en contacto con la gente cual
reportera callejera- La felicidad viene de la mano de quienes comparten ‘shop
floor’ conmigo.
Después de esta descripción no vayas a pensar
que es oro todo lo que reluce, no te me despistes, me muero de ganas de volver.
Si el día de mañana me encuentras algo
‘de lo mío’ en cualquier lugar del mundo, hago las maletas, me dejo aquí un
trocito de corazón y me llevo puesta la mejor y más amplia de mis sonrisas, esa
que solo tú eres capaz de provocar.
Sin más, me despido paciente
hasta el año que viene, hasta el próximo 24 de enero en el que volverás a tomar
la foto de portada, nunca el titular, ese siempre será de otro más importante que se fue hace mucho tiempo D.E.P.