viernes, 3 de mayo de 2013

Con 'au par'

Soy una afortunada, lo sé. Hace unos meses una amiga me ofreció un puesto como 'au pair' en la familia londinense a la que ella cuidaba. Me lo dio todo hecho, tanto que sólo le faltó extenderme una alfombra roja que me guiase desde el aeropuerto hasta mi destino final.
De un plumazo había borrado todos los “y si…” que podían surgir a la hora de buscar una familia, hacer las maletas y embarcarse en un avión rumbo a lo desconocido. La oportunidad estaba ahí y era imposible de rechazar.

Hoy, 3 de mayo de 2013, estoy en mi nuevo destino y otra vez me siento agraciada. Según he podido comprobar, en conversaciones con diferentes 'au pairs', mi familia es de lo más normal. Los niños están ya creciditos, tienen cierta independencia y no necesitan de una nani que vaya 24 horas detrás de ellos dándoles de comer o comprobando si les han de cambiar el pañal. Además, sé a ciencia cierta que mi habitación es de lo mejorcito que actualmente se puede encontrar en el universo 'au pair' londinense. A estos parabienes he de sumarles que los cabeza de familia son educados, comprensivos y cercanos, y además ya han manifestado su interés porque continúe con ellos el curso escolar próximo.

Pero todo no podía ser tan bonito. Cuando uno se muda de ciudad deja atrás todo lo que hasta ahora era su mundo. Apuesta por cerrar una puerta, que ya poco más le puede ofrecer, y decide abrir ventanas tras las que no sabe lo que encontrará. Lamentablemente ese proceso de cierre y apertura no resulta tan fácil como pudieran pensar aquellos que dicen con la boca pequeña "yo si pudiera me iría".
Por muy a gusto, cómodo, acoplado, adaptado o aclimatado que uno pueda estar a su nueva vida, siempre hay acciones, rutinas y personas que se echan en falta.

El sentimiento de soledad es igual en todas las habitaciones con independencia de lo confortable de la misma. Además, éste se magnifica si la mudanza además de un cambio de ciudad implica un cambio de país y si el proceso migratorio ha tenido lugar hace tan solo una semana.

Como dice un amigo, hay que tener 'au par' de h... para liarse la manta a la cabeza y meterse en casa de unos desconocidos a ejercer de niñera.