viernes, 14 de junio de 2013

Once in a blue moon

La expresión ‘Once in a blue moon’, o lo que en el Castellano de andar por casa viene siendo ‘De uvas a peras’, es lo que el otro día me puso en el punto de mira de toda mi clase de inglés.

De repente la profesora, a la que yo llamo doña Jane, mandó callar a los pequeños grupos que, arengados por ella misma, habían iniciado sus conversaciones para coger soltura con la lengua Shakesperiana.  Segundos después de calmar al gallinero, la teacher explicó que María había dicho una frase muy interesante y todos debían conocerla. “María por favor explica al grupo de qué se trata” , dijo.

Tras poner mi mejor cara de póker, y con sonrisa de circusntancias incluida...  allí estaba yo, soportando las miradas atentas de mis compañeras. Francesas, polacas, turcas, checas y alguna que otra española esperaban ansiosas para conocer qué es lo que había hecho que la profesora rompiese el ritmo natural de la jornada. Una clase entera estaba expectante por aprender algo, y tenía que hacerlo a través de mi paupérrimo inglés, qué responsabilidad.

Como pude les expliqué el ‘idiom’ y contesté a sus preguntas sobre la bendita frase. “Very good María”, concluyó doña Jane, poco antes de que a mi me entraran los sudores fríos propios de quien tiene que hablar en público y carece de la más mínima idea a la hora de hacerlo.

Sí, sí, y es que a pesar de que algunas de mi colegas afirmen envidiar mi soltura a la hora de preguntar, yo soy consciente de que, un mes y medio después de mi aterrizaje en Londres, sigo hablando como los indios.

“No sé hacer frases”, “Sólo soy capaz de decir palabras sueltas”, espeto a quienes elogian mi capacidad de defenderme en lengua ajena y me cuentan sus batallitas en sitios como el taller, el colegio, o el supermercado. En este último me defiendo como pez en el agua desde el primer día. Ese fue el momento en el que aprendí que la señorita o el señorito de la caja se dirigiría a mí con una sonrisa, me daría los buenos días, después preguntaría si quiero bolsa y se despedirá deseándome un “nice day”. Mientras no cambien el discurso… supermercado controlado.

Pero hay vida más allá del pijo Waitrose y ahí es donde llegan los problemas más graves, en concreto a partir de lo que podríamos denominar como segundo asalto. El primero lo llevo preparado antes de acercarme al mostrador. Lo he pensado antes de decidirme a ir, sé lo que voy a decir y lo digo, pero hay un ‘problema’: mi interlocutor tiene la bendita costumbre de contestarme. Pobre, bastante ha hecho con entenderme… Tanto para ello, como para que yo le entienda a él es esencial la comunicación no verbal, esa que se pierde cuando hablamos con alguien a través de nuestros inteligentísimos dispositivos móviles, pero que nos es tan necesaria y socorrida en el día a día.

Por ello considero es fundamental que hablemos cara a cara con la gente con más frecuencia que en ‘cada luna azul’.


viernes, 3 de mayo de 2013

Con 'au par'

Soy una afortunada, lo sé. Hace unos meses una amiga me ofreció un puesto como 'au pair' en la familia londinense a la que ella cuidaba. Me lo dio todo hecho, tanto que sólo le faltó extenderme una alfombra roja que me guiase desde el aeropuerto hasta mi destino final.
De un plumazo había borrado todos los “y si…” que podían surgir a la hora de buscar una familia, hacer las maletas y embarcarse en un avión rumbo a lo desconocido. La oportunidad estaba ahí y era imposible de rechazar.

Hoy, 3 de mayo de 2013, estoy en mi nuevo destino y otra vez me siento agraciada. Según he podido comprobar, en conversaciones con diferentes 'au pairs', mi familia es de lo más normal. Los niños están ya creciditos, tienen cierta independencia y no necesitan de una nani que vaya 24 horas detrás de ellos dándoles de comer o comprobando si les han de cambiar el pañal. Además, sé a ciencia cierta que mi habitación es de lo mejorcito que actualmente se puede encontrar en el universo 'au pair' londinense. A estos parabienes he de sumarles que los cabeza de familia son educados, comprensivos y cercanos, y además ya han manifestado su interés porque continúe con ellos el curso escolar próximo.

Pero todo no podía ser tan bonito. Cuando uno se muda de ciudad deja atrás todo lo que hasta ahora era su mundo. Apuesta por cerrar una puerta, que ya poco más le puede ofrecer, y decide abrir ventanas tras las que no sabe lo que encontrará. Lamentablemente ese proceso de cierre y apertura no resulta tan fácil como pudieran pensar aquellos que dicen con la boca pequeña "yo si pudiera me iría".
Por muy a gusto, cómodo, acoplado, adaptado o aclimatado que uno pueda estar a su nueva vida, siempre hay acciones, rutinas y personas que se echan en falta.

El sentimiento de soledad es igual en todas las habitaciones con independencia de lo confortable de la misma. Además, éste se magnifica si la mudanza además de un cambio de ciudad implica un cambio de país y si el proceso migratorio ha tenido lugar hace tan solo una semana.

Como dice un amigo, hay que tener 'au par' de h... para liarse la manta a la cabeza y meterse en casa de unos desconocidos a ejercer de niñera.

lunes, 8 de abril de 2013

Con los brazos abiertos


Tras un año en la cuneta, en la estacada, en el abandono, chupando banquillo… en definitiva: en el paro, la droga de la comunicación ha vuelto a darme una nueva dosis. Pero no una cualquiera, no.

No me refiero al hecho puro y duro de asistir a una rueda prensa, buscar un tema o gestionar desde un gabinete de comunicación alguna petición de otro periodista, yo hablo de una dosis de  compañerismo. En el gremio periodístico, por lo menos en el mundillo informativo albaceteño, los integrantes de la malograda prensa no podemos presumir de grandes sueldos, riquezas o propiedades adquiridas gracias a nuestra profesión, pero sí que podemos sacar pecho de ser COMPAÑEROS.

Colegas de esos que se ayudan,  de los que se alegran de que el otro haya vuelto al mundo laboral (aunque sea sólo por unos días), de los que no se saltan ‘la cadena’ a la hora de gestionar un tema, y por supuesto, de aquellos que se respetan.  En definitiva, de compañeros de batallas que te reciben con una sonrisa y que te hacen sentir bien y mal a la vez.  El Yin gira en torno a sus expresiones, sus preguntas, la forma en que se dirigen a ti y el modo en que te muestran su alegría por tu vuelta; y el Yang depende también de los factores arriba mencionados, pero esta vez por la carencia de los mismos de ahora en adelante.

Por todo ello, y por muchas más cosas que no puedo contar por miedo a que se me caiga la lagrimilla, aprovecho este humilde blog para dar las gracias a quienes durante cinco años han estado conmigo codo con codo en la redacción, en las ruedas de prensa,  en los ‘canutazos’, o en cualquier acto institucional, cultural, suceso, inauguración o evento periodístico que se precie.

Gracias por seguir con los brazos abiertos, así da gusto volver.