Hacía tiempo que no miraba frente a frente al netbook para
postear una entrada en mi blog, más de medio año, casi siete largos meses de
desaparición provocada por el hastío que el exilio londinense me hacía sentir.
Ahora todo ha cambiado. Mi vuelta nada tiene que ver con la llegada
del nuevo año –ni con la multitud de propósitos que la ciudadanía suele hacerse
para mejorar-, no es una nueva aparición, es un regreso y llego con mi versión
mejorada: Varea 3.3. (Los 33 parece que
llegan con fuerza).
Comparto lugar de trabajo y amistad con gente muy joven. Soy
consciente de que la sabiduría vital no se mide en años naturales, lo hace en
años vividos, y yo, en los últimos meses he ‘envejecido’ mucho, rápido y bien. En este corto periodo de tiempo me he empapado de muchas
cosas; algunas llevaban ahí tiempo, quizá yo no sabía verlas, igual no estaba
preparada para ello. Ahora sé mucho más. No hablo de la profesión (que es como
montar en bici y una vez la aprendes jamás la olvidas) hablo de la vida, de las
situaciones cotidianas, de cómo afrontarlas y a quién darle voz y voto a la
hora de interpretarlas.
Gran parte de las enseñanzas que menciono provienen de gente muy
joven, otras son reflexiones alcanzadas con algunos colegas de trabajo que a su
vez son hermanos de rama profesional.
Hace no mucho compartí
break time con una compañera de la tienda. Ella, publicista, se mostraba
extrañada porque de un tiempo a esta parte se había alejado al cien por cien de
todo aquello que hasta ahora había sido el motor de su vida. Había dejado a un
lado el mundo de la publicidad, ese en
el que se venden sueños e ilusión, para vender ropa y doblar camisetas en una
tienda de Oxford Street. Esos dos minutos de conversación fueron como un jarro de
agua fría, un golpe de efecto que me posicionó de nuevo en mi camino y que,
tras casi un par de años en paro, hicieron que me diese cuenta de hasta qué
punto había abandonado cualquier
vinculación periodística -por pequeña que esta fuera-.
En ese ratito quedó claro que el mundo de la comunicación es
como una droga y las dos la echábamos de menos, necesitábamos volver a
engancharnos al rebufo de ese motor del que por ‘causas ajenas a la
organización’ habíamos sido separadas. Por eso, he decidido volver. Regreso a lo que me acerca del mundo que me da la
vida, ese en el que se cuentan historias, uno en el que no importa si las
hazañas son propias o extrañas, y en el que lo que prima es la libertad del
expresión. Vuelvo porque me apetece, porque necesito sentir esa adrenalina
previa a darle al botón de enviar, porque quiero revivir las emociones que se
albergan al buscar la manera correcta de narrar un tema que te ronda la mente,
y porque estoy preparada y motivada para
hacerlo.
Os espero por aquí.
a tus pies... chapeau! como le diría a Ivan. ;)
ResponderEliminar:-)
ResponderEliminardeseoso de ver la 4.4!
ResponderEliminarWOW! No sabía que escribías tan bien.
ResponderEliminarBueno, yo también estoy muy lejos de esa aula llena de niños con más mocos que tú que siempre deseé.
Pero no te preocupes, al fin y al cabo, la vida es eso, aprender de cada momento y de cada persona sin importar donde carajo estés.
Eres genial María Moco.